Buenas tardes, Armando. Huérfanos de historia y utopía… se puede leer como un diario de reflexión política escrito por una persona informada que, por el contrario, renuncia a ejercer el rol de especialista. ¿Hasta qué punto crees que buena parte de los discursos públicos están mediatizados por la opinión de los especialistas, tertulianos y personajes del estilo?
La opinión pública está mediatizada por los marcos de referencia descritos por Lakoff. Únicamente se habla de lo que interesa al sistema, al régimen capitalista.
Existe una dictadura sutil acerca de la pregunta libre e independiente. Solo puede haber respuestas parciales y sesgadas cuando se restringen los marcos antes citados o las preguntas que podemos realizar públicamente. De ahí se sigue que las figuras del experto académico o tertuliano de oficio sean factores reaccionarios a sueldo del poder establecido.
Fuera del escenario del consenso oficialista quedan prácticamente todos los discursos que representarían la voz diversa de los problemas sociales y políticos de la gente común. La categoría del experto y la figura del tertuliano son una ideología en sí mismo.
De esta forma, el sistema se reproduce con eficacia y exponencialmente. Cualquier opinión que ponga en solfa el sacrosanto statu quo es pura periferia, marginalidad de desecho que no merece la pena tomar en cuenta.
Los marcos de referencia crean un escenario de conformismo y consenso ideal ficticio. Lo que proclaman los expertos es la realidad, el resto no es más que residuo para consumo de extremistas o radicales. La verdad absoluta es palabra divina, discurso de aquellos que saben para ser más exactos con la propuesta de la posmodernidad.
En este sueño de la razón práctica, la mayoría de la gente se encuentra inerme para oponer resistencia, tanto más cuando los sindicatos antes de clase y sociopolíticos han abdicado en favor de un pactismo tacticista a la defensiva.
Ya no se trata de transformar el mundo sino de adaptarse a él y nutrirse con las migajas del consumismo de valores débiles: mercancías perecederas, cultura del instante, gritos de rebaño pasivo o de acontecimientos cool…
La alienación, viejo concepto ya en desuso, es una metástasis que invade la mente a fuego lento. Una persona alienada siente la libertad en sus propias cadenas. Se trata de un existencialismo burdo y pueril pero muy eficiente para continuar en el tran-tran del paisaje agobiante de la precariedad vital.
En relación con la pregunta anterior, ¿crees que es posible hoy en día formarse una opinión independiente de los intereses del gran capital en temas relacionados con la actualidad política? ¿O no será precisamente la imposición de ciertos temas emergentes la que es utilizada como una herramienta de manipulación para soslayar debates de mayor profundidad que puedan favorecer opiniones disidentes?
Siempre se puede formar una opinión independiente desde el contagio colectivo y desde la contaminación consciente de la búsqueda personal. Hay que mancharse de realidad bruta a conciencia y de mantener la duda crítica como bandera de conocimiento.
Resulta evidente que el poder capitalista manipula los cuerpos y las conciencias a su medida. La categoría fake news, tan en boga hoy, viene de lejos, ¿cuándo ha dicho la verdad el poder para someter a sus súbditos, ahora ciudadanía?
Nunca ha habido vacíos ideológicos en ninguna sociedad humana. Cuando el abajo social se pliega al conformismo, su aliento espiritual es el relato urdido por sus castas, clanes o clases explotadores. Siempre.
El ser humano imagina mundos y traza estrategias omnicomprensivas para asentarse y comprender el espacio material que le rodea, necesita explicarse las relaciones invisibles entre la cosas, dar sentido al absurdo del vivir.
Sucede que la división del trabajo dio lugar a clases dominantes, sacerdotes, reyes, expertos… Estos grupos no trabajan en el estricto sentido del término, su labor consiste en ser alimentados por el pueblo llano y productor a cambio de elaborar relatos para la cohesión social y la estabilidad política. Esas castas sagradas, el mercado abstracto y los expertos siempre han tenido sus propios intereses. Sus intereses, en definitiva, conforman la teoría y las ideas-fuerza del mundo real; su ideología es su interés particular, y también el de la mayoría silenciosa.
Como dijera Hegel, todo lo real es racional, y viceversa. Asumir la ideología del empresario por parte de la clase trabajadora es a la vez real y racional. Romper esa unidad emocional es tanto como empezar a ver lo que se esconde detrás de esa ideología vicaria e iniciar a transformar el mundo a favor de las inmensas mayorías.
En tu ensayo hay varios temas que recorren el libro de manera transversal. Uno podría ser la relación entre socialización del miedo y querencia de seguridad. ¿Hasta qué punto crees que los discursos públicos sobre la supuesta inseguridad ciudadana son puestos en marcha de manera intencionada por el poder político hegemónico?
Miedo y seguridad son caras de la misma moneda, un matrimonio de conveniencia. Existen dos miradas de temor, a escala interna o espiritual y a ras de suelo, material.
Los miedos simbólicos se instigan a través de figuras míticas: el comunista, el anarquista, el anticapitalista, la feminista, el okupa, el inmigrante, lo queer, la homosexualidad, el radical, el pobre, el terrorista…
Todas esas figuras conviven con el nosotros figurado y nacionalista, son una especie heterogénea de infiltrados, heridas o fisuras abiertas en el propio devenir cotidiano. Por tanto, siempre hay que estar alerta ante el diferente para no caer en sus redes espurias o maléficas de proselitismo feroz o engañoso.
Ese temor visceral al Otro, al outsider, permanece en duermevela, presto a activarse cuando el sistema lo precise: las ultraderechas fascistas en Europa y América nacen de ese humus difuso que se cobija en los recónditos refugios del subconsciente colectivo. Donde las izquierdas renuncian a transformar el mundo, las derechas adoptan tácticas añejas y freudianas, tal vez los arquetipos de Jung, para exacerbar las pulsiones emocionales de la gente corriente.
A escala material el miedo es más concreto: miedo a perder el empleo, al desahucio, a no poder pagar las facturas, a caer en el limbo de la enfermedad, a rebajar el estatus, al atraco, a la violación machista…
Estas inseguridades complejas de doble carácter sirven para comulgar y aceptar el sentido común de la derecha y la socialdemocracia de etiqueta.
Manipulando ese caldo de cultivo con discursos ralos y zafios mediante demoscopias aderezadas de costumbrismo barato, el poder hegemónico difunde su credo en la globalización con toda suerte de enfrentamientos ad hoc de baja intensidad: mujer-hombre, nacional-extranjero, experto-ignorante, blanco-negro, y falsos dilemas de textura parecida.
Hablando de miedo, al leer algunos de tus artículos entendemos que la precariedad laboral, en la medida en que nos somete a la rueda de la búsqueda de empleo estable, es un gran resorte de poder en manos de las oligarquías empresariales para contener las demandas de derechos y, en un sentido amplio, la movilización obrera. ¿Crees que medidas como la renta básica podrían ayudar a generar una base económica en las familias de clase trabajadora que, en cierto sentido, contribuyese a la pérdida de ese miedo coercitivo?
Salvando las distancias, casi estamos situados en la precariedad de los primeros escarceos de la Revolución Industrial, feudal en sus modos groseros de dejar a la persona trabajadora en cueros vivos. Así su libertad condicionada puede venderse mejor, en situación de necesidad imperiosa e inmediata, al empresario de turno.
Vivimos una época de existencialismo crudo: sobrevivir o suicidarse. Sobrevivir significa vender nuestra fuerza de trabajo de saldo, sin derechos, sin réplicas posibles. Por su parte, suicidarse obliga a pensar simplemente en comer y subsistir.
Este territorio material e ideológico invita al conformismo y a la competitividad extrema. Cualquier Otro es enemigo acérrimo de mi yo.
La estructura es sencilla pero muy difícil de hacerla entendible a la masa. El cualquierismo de Ranciére es una apuesta posmoderna, como ya no hay grandes relatos, todos podemos convertirnos en sujetos de nuestra propia historia particular.
Como casi siempre las palabras o los conceptos contienen vertientes paradójicas, cuando menos contradictorias. Sujeto parece que apela a un ente abstracto autónomo e independiente, no obstante el sujeto también es el prisionero de su mundo particular, incapaz de entablar diálogo sincero y sin tabúes de partida con la presunta ciudad democrática.
Cualquiera puede ser lo que quiera ser es un eslogan publicitario contundente que tapa verdades insoslayables: vivimos en contextos complejos, el capitalismo es explotación, la igualdad formal no es igualdad y la libertad es una quimera condicionada por lo material realmente existente.
En cuanto a la renta básica, no tengo una opinión definitiva. Me parece un ideal formidable muy difícil de ponerlo en práctica. La raíz del problema estriba, a mi juicio, en definir qué es básico, qué necesidades deben estar cubiertas al cien por cien. ¿Comer? ¿Comida y techo? ¿Alimento, vivienda y vestido? ¿Educación y sanidad? ¿Dónde ponemos el umbral de lo necesario, la emblemática y poética lista de lo necesario brechtiana?
Sé que se han realizado ensayos de campo en pequeñas comunidades de África, América y Asia. Los resultados provisionales invitan al optimismo, pero no son concluyentes. Incluso Suiza realizó un referéndum para ponerlo en marcha hace algunos años. Ganó el no.
La renta básica cuenta con adeptos a izquierda y derecha, siendo muy renuentes los sindicatos. Algunos prebostes conservadores pretenden recortar derechos y continuar privatizando a ultranza, mientras que los partidarios de la izquierda ven en esta figura de renta universal un suelo mínimo para fomentar la igualdad, erradicar la pobreza severa e incrementar la creatividad y la dignidad humana. Considero que el debate de la renta básica debiera incluir una crítica radical del concepto trabajo tal y como lo entendemos hoy, una mera actividad remunerada mediante salario.
El trabajo actual, en su mayoría, es pura tortura repetitiva, esclavitud posmoderna con aroma medieval y traje posmoderno. Solo trabajamos para el crecimiento económico del PIB, para consumir desenfrenadamente… ¿Esto es vida? ¿Tiene sentido vivir para trabajar?
Otra de las ideas fuerza de todo tu trabajo y que, al menos a nosotros, más nos ha seducido, es la necesidad de recuperar el hilo que une memoria histórica y conciencia de clase. ¿Crees posible que, en un contexto de desmemoria generalizada como el actual, el movimiento por la recuperación de la memoria histórica puede convertirse en una salvaguarda del relato ideológico de una izquierda que parece haber perdido el norte?
Memoria y conciencia son consustanciales a la esencia del ser humano.
La memoria refleja el caminar colectivo, nos acompaña en la aventura de instalarnos en el presente y adentrarnos en el futuro. Además, la memoria es el punto de encuentro de las emociones y la razón. La memoria nos convierte en mujeres y hombres que saben compartir, en seres humanos solidarios con nuestros orígenes, iguales en dignidad.
Saberse parte de la Historia nos obliga a empatizar con el Otro y con la diversidad cultural. Cada matiz cultural es una adaptación ventajosa al medio, a la complejidad, una respuesta satisfactoria al éxito de la supervivencia humana.
Dado que todo es movimiento, diálogo entre perspectivas, pugna de contrarios, manifestación de intereses contextuales, el pasado borrado del mapa mental, manipulado o no comprendido, tiende a cristalizar en una estatua eviscerada de alma, en mito irracional.
El pasado también forma parte del movimiento, viaja en nosotros, a veces como amigo que habla de tú a tú a nuestra conciencia y otras como rémora o espejismo que nos ciega ante la realidad del presente y las bifurcaciones que nos ofrece el futuro.
Por otra parte, creo que la memoria histórica, viciada o virtuosa, crea la conciencia de clase a su imagen y semejanza. Cierto es que el concepto de clase está en crisis. Hoy solo existen sociológicamente innumerables advocaciones de la clase media. La treta ideológica es sensacional, donde solo hay una gran clase jamás puede haber lucha de clases. Desde Demócrito y Heráclito hemos ingresado, o mejor dicho regresado, sin solución de continuidad en el mundo inmóvil de Parménides. Y en el maniqueísmo instrumental de Karl Popper: o sociedad abierta o cerrada, o individualismo o tribu, o colectivismo totalitario o democracia capitalista.
La conciencia de clase te sitúa en el mundo. Y solo los esclavos, los trabajadores, las mujeres, los pobres, los marginados y los que viven en la precariedad laboral y vital son los sujetos, valdría decir históricos a grosso modo, interesados en que el mundo cambie.
Hacen falta menos exégetas iluminados, intérpretes áureos e hiperliderazgos carismáticos y más conciencia colectiva para que la realidad de clase vuelva a entonar su canto utópico y abra horizontes de transformación profunda en el mundo real y cotidiano. Ni utopías dogmáticas o religiosas sino gestos e intenciones de largo alcance para orear las suciedades del capitalismo en su versión neoliberal.
Ese norte simbólico reside en el sur social, en el culo del mundo: en la precariedad occidental, en el feminismo de clase, en las marginalidades críticas, en lo verde que va más allá de lo estético: hablo de una confluencia de lo mejor de las ideas anarquistas y comunistas… Ese encuentro es posible, y también deseable.
Cambiando de tercio totalmente, te hacemos una pregunta mucho más prosaica que le hacemos a todos nuestros autores. ¿Cuál ha sido el libro que has leído en el último año que más te ha gustado?
Se dice que no hay ética sin estética, y al revés. Estirando la idea vale señalar que no hay prosa sin verso ni lírica sin prosa. Todo está trabado o enamorado al modo de Nietzsche.
Voy al grano, disculpad la disquisición etérea… Un libro poco conocido me ha entusiasmado, De la miseria humana en el medio publicitario, de Grupo Marcuse.
¿Somos capaces de imaginar un mundo exento de mensajes publicitarios y mera propaganda vacía de contenido informativo y sustancial? Si imaginamos ese universo insólito, el capitalismo se torna imposible.
La publicidad es el escaparate ideológico del consumismo rampante, la energía icónica donde el régimen capitalista nos obnubila a través del deseo compulsivo y la apetencia irracional. Esto es, nos hace desear necesidades innecesarias y nos dirige la apetencia para escapar del aburrimiento existencial y evadirnos de la cruda, dura y pura realidad individualista.
Se lee de un tirón, atiza la modorra del pensamiento unidireccional… Excelente texto, en suma, sin concesiones a la galería, bien documentado. Un placer intelectual y de utilidad práctica inmediata tanto social como políticamente.
Siguiendo con lecturas ajenas, si tuvieras que recomendar cinco libros a un lector lego en teoría política para adquirir una visión contestataria desde el punto de vista de la izquierda política, ¿cuáles serían? Valen también los clásicos, eh.
¿Cinco nada más? Dejadme que piense un instante… Permitidme que me salte vuestra sugerencia tan restrictiva.
Así, a vuelapluma, para tomar tierra, una dosis dura de feminismo, desmitificación de la realidad, marxismo original y anarquismo clásico: El segundo sexo, de Simona de Beauvoir; Filosofía de la Naturaleza, de Holbach; El Capital, por supuesto, y La ayuda mutua, de Piotr Kropotkin.
Segunda etapa, más feminismo, historia crítica, el aprendizaje sin jerarquías y cómo surge la conciencia de clase, o sea, Calibán y la bruja, de Silvia Federici; La Historia como misterio, de Michael Parenti; Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire, y Germinal, de Zola.
Un tercer ciclo puede estar compuesto por Angela Davis, La libertad es una batalla constante; Martín Caparrós y El hambre; Patas arriba: la escuela del mundo al revés y Eduardo Galeano; Cambiar el mundo sin tomar el poder y John Holloway, y una incursión doble al vacío de las convenciones a través de Sade y La filosofía en el tocador y Max Stirner y su inefable libro El Único y su Propiedad. Son lecturas para entablar diálogo con uno mismo sin ensimismarse en la idolatría solipsista.
Fuera de catálogo, como ejercicio estético, aconsejaría leer ad lib a Antonio Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Nicanor Parra y Bertolt Brecht.
El menú es suculento y variado. ¡Manos a la obra!
Última pregunta. ¿Crees que ahora mismo es posible imaginar un mundo distinto al del capitalismo?
En el ser humano todo es contingente, la posibilidad siempre está ahí aunque sería infantil pensar que la Verdad, la Belleza y el Bien ganarán la batalla porque sí. No hay parto sin esfuerzo y dolor.
Si miramos la realidad de manera crítica nos quedamos perplejos ante una sociedad que no explota en mil pedazos. Hay violencia contenida a raudales merced a la sublimación, la neurosis y el control social.
La sociedad del espectáculo vaticinada por Debord, abierta las 24 horas, impide la reflexión serena individual y colectiva. El mundo es un espejismo que transita a velocidad de vértigo: nadie puede ver las relaciones complejas entre las cosas, todo es evento fugaz, mercancía, suceso tras suceso sin atisbo de huellas humanas.
A pesar de los escarceos de los diferentes movimientos reivindicativos del 15M, las primaveras árabes y los distintos occupys, ese caudal de oposición y rebeldía al neoliberalismo ha ido decreciendo paulatinamente. Durante unos años afloraron muchos y diversos noes al sistema pero los síes fueron insuficientes, blandos o muy débiles. Como grito colectivo fue positivo, no cabe la menor duda. Hay que seguir gritando para que el eco nos devuelva la realidad desnuda que habitamos. Una vez asumida esa resonancia plural sería imprescindible pensar una utopía transversal que sirviera de faro para las próximas décadas.
Las teorías políticas clásicas están manoseadas en exceso. Desde hace tiempo me asoman a la cabeza tres leyes generales que podrían abrir cauce a movimientos políticos de largo recorrido. Las enuncio con brevedad.
Ley de la Ingenuidad. No demos por sabido nada, al igual que Sócrates. Huyamos de eslóganes fáciles que dirigen el pensamiento de arriba abajo. Hagamos del diálogo un desaprendizaje constructivo, al estilo de Chomsky, para aprehender la realidad social de modo dialéctico y accesible a la gran mayoría. Que cada cual sea capaz de llenar espacios de reflexión en simbiosis permanente con su contexto y con sus semejantes. Como en matemáticas, las soluciones más elegantes son las que se formulan con la máxima sencillez. Luchemos contra la dictadura de los expertos: todos somos capaces de elaborar pensamientos interesantes. Resumiendo: ni gurús ni líderes, díálogo a varias bandas, sin jerarquías.
La segunda ley o pilar básico de este sucinto proyecto o hipótesis de trabajo la llamaría Ley de la Vulnerabilidad, inspirada libremente en Judith Butler. Es un hecho biológico que todos, sin excepción, somos vulnerables, quebradizos, al albur del mundo que nos contiene. Hasta el más poderoso puede sucumbir ante la pequeñez de un virus o una bacteria. Huelga señalar que esta visión ingenua no lo es tanto: en ella se incluye la lucha de clases y las injusticias sociales. No mitigo ni eludo estos factores irreductibles del sistema capitalista. Simplemente deseo destacar que implementar políticas o programas de acción desde la vulnerabilidad nos permite introducir la idea global de que solo vivimos en un único país, el planeta Tierra, y de que todo lo vivo merece vivir en la misma dignidad. El resto son mitos y convenciones.
La tercera ley descansa en el apoyo mutuo estudiado por Kropotkin, que de forma magistral nos mostró que en el mundo animal la cooperación es la norma fundamental frente al darwinismo social instigado por las doctrinas predatorias de las derechas capitalistas como santo y seña de sus intereses de clase.
Entiéndase apoyo muto sin jerarquías caritativas; dar y recibir como valor en sí mismo, sin libros de contabilidad, creativamente.
Estas ideas que aquí bosquejo esperan una autoría colectiva, diversa y dinámica que las otorgue consistencia y las desarrolle más allá de los principios enunciados a trazos muy gruesos. Me viene a la mente el hombre nuevo de Gramsci, ser humano nuevo para ser justos con el feminismo de la igualdad… Manos y mente en simultáneo, hacer y pensar sin fronteras entre lo intelectual y lo meramente laboral…
Quizá sirva de acicate a alguien que lea estas líneas. ¡Ojalá!