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La historia de Jack London es una historia llena de sombras. Mi traducción de uno de sus relatos, «El mexicano», me hizo investigar a un personaje que hasta entonces era desconocido para mí, y que probablemente siempre lo siga siendo. Su biografía está llena de datos que se desconocen, de episodios oscuros, de acontecimientos no del todo claros. El primero de ellos se produce ya con su nacimiento. Su madre, espiritista de profesión, se queda embarazada de un astrólogo ambulante, pero London nunca conocerá a su padre. Cuando intente ponerse en contacto con él años más tarde, la única respuesta que recibirá será una carta en la que el astrólogo le negaba la paternidad y afirmaba que era impotente durante la época en que conoció a su madre.

Las sombras perseguirían a London durante toda su vida. Educado a sí mismo en una biblioteca pública, El escritor trabajará desde muy pronto, sin ni siquiera haber acabado la educación obligatoria. La necesidad le llevará de un trabajo a otro, en condiciones cada vez peores y sometido a una explotación creciente. A los veinte años ya ha trabajado como peón en centales eléctricas, en la construcción del ferrocarril, en envasadoras, en cadenas de montaje, en buques mercantes. Las dieciocho horas de trabajo diario están agotándole y pronto le harán alcanzar el límite. En 1894 decide unirse a la Kelly´s Insutrial Army, una marcha de parados que se dirigía a Washington para protestar contra el gobierno. Después de aquello, comprenderá que no puede volver a su vida anterior. Durante más de un año, recorrerá Estados Unidos como vagabundo, durmiendo en los trenes y comiendo de lo que era capaz de encontrar.

A partir de ese momento, la biografía de London comienza a dar tumbos y saltos, y los episodios oscuros son cada vez más frecuentes. El 25 de julio de 1897, zarpa en un barco que le llevará hasta el Yukón, en Alaska, para unirse a la fiebre del oro. Durante meses, London tratará de arrancarle a la tierra una de esas pepitas capaz de rescatarle de los trabajos agotadores, de las jornadas interminables, de la explotación extrema, de la miseria. Sin embargo, las condiciones de vid pronto empezarán a pasar factura a la salud de London. Sin dinero y sin apenas medios para subsistir, el escritor contrae el escorbuto como consecuencia de su pésima alimentación. El rostro se le llena de yagas, sufre dolores constantes y las encías se le hinchan y ennegrecen hasta hacerle perder cuatro dientes delanteros. A punto de morir, London es recatado por un sacerdote, una especie de misionero que se ocupa de los buscadores de oro que enferman y mueren a decenas en medio de una Alaska hostil e inhóspita.

London vuelve a su Oakland natal. Allí le espera Bess Maddern, con la que se casará el 17 de abril de 1900. Precisamente ese matrimonio será otro de los agujeros en la biografía de London, otra de las muestras de la compleja personalidad del escritor. Bess había permanecido al círculo de amistades de London desde hacía muchos años, pero nunca había estado enamorado de ella. De hecho, era contrario a la idea de casarse por amor, ese tipo de forma romántica de pensar le parecía una estupidez. Se debía contraer matrimonio con alguien que fuese capaz de proporcionar hijos sanos y fuertes. Para London, la motivación no estaba en una cuestión racial, sino en algo que tenía que ver con una especie de responsabilidad con la especie. El escritor mantuvo durante toda su vida un compromiso muy importante con las ideas socialistas, pero ello no le impedirá creer en ciertas tesis darwinistas que por aquel entonces empapaban a prácticamente todas las ideologías. London posaría muy orgulloso con sus hijas en todas las fotos, pero el matrimonio sería un desastre. De hecho, algunos biógrafos hablan incluso de episodios de malos tratos por parte del escritor.

Las sombras de su biografía le acompañarían hasta su muerte, con solo cuarenta años. Con la salud maltratada por los años de miseria, vagabundeo y explotación, London sufría dolores constantes que le obligaban a ingerir grandes dosis de morfina. En una de esas ocasiones, superó la dosis que su cuerpo podía aguantar y falleció. Siempre se ha especulado con la posibilidad de que fuese un suicidio, aunque nunca podrá saberse. Supongo que es otra arista más en un personaje lleno de ellas. En alguien que seguramente nunca llegaremos a conocer del todo.

Layla Martínez

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